Seguramente la pregunta suena muy rara. Rápidamente responderás que la casa es algo inanimado. La casa está hecha de piedras, ladrillos, madera, por lo tanto no tiene vida.
Sin embargo, existen casas que están muertas. Te adentras y sientes la inexistencia de vida en todas las habitaciones. Si, en su interior viven personas, familias enteras.
Pero son aquellas casas en que casi todo esta prohibido. Todo debe estar siempre tan arreglado, ordenado, que no se puede sentarse en el sofá para no ensuciar la nueva y costosa funda.
Casas en que la habitación de los niños está impecable. Todos los peluches descansan en los estantes en orden de color y tamaño. Esas casas son frías.
Pequeñas o inmensas, les falta el calor de la relajación, la luz de la libertad y la iluminada posibilidad de respirar, cantar, vivir en su interior. Precisamente por eso, parecen muertas.
Por otra parte, las casas vivas demuestran, desde el jardín, que allí hay entusiasmo y alegría.
En el césped la pelota inmóvil habla de la existencia de muchos juegos. La bicicleta recostada cerca del garaje indica que piernas infantiles, hasta hace poco, la movían con vigor.
La vida se refleja en todas las habitaciones. En el sofá un osito de peluche avisa de la presencia de un pequeño inquieto que lleva su tesoro por todos los rincones.
En la pequeña sala los libros, cuadernos y lápiz hablan de los estudios que se repiten durante muchas horas. El diccionario abierto, un marcador de páginas señalando un mensaje precioso indican interés y lectura atenta. La cocina exhala un mensaje de que allí, en cualquier momento, puede llegar alguien y servirse un vaso de agua, un café, un trozo de pan.
Las habitaciones traducen la presencia de los moradores. Colores alegres en las cortinas, ventanas abiertas para que el sol penetre en abundancia. Las almohadas un poco desordenadas indican que los niños las tiran unos contra los otros, una que otra vez, en juegos alegres.
Por fin, las casas vivas son aquellas en que las personas pueden vivir con libertad.
Lo que no quiere decir en desorden. Las casas vivas son aquellas en que sus habitantes han descubierto que fueron hechas para morar, pero principalmente para vivir bien.
El desapego de las cosas terrenales empieza en las pequeñas actitudes. Al establecer en nuestro hogar reglas rígidas de comportamiento, para que todo esté siempre impecable, como si allí no viviesen personas, estamos demostrando que lo más importante son las cosas, no las personas.
Mantener la limpieza y el orden es correcto. Esclavizarse a los detalles, temer que algo se estropee significa apego exagerado a las cosas que, en última instancia, solo existen en razón de las necesidades de las personas.
Transforma tu casa, pequeña o grande, no importa sea una chabola o una mansión, en un sitio agradable para retornar, para vivir, para convivir con la familia, los amigos, los amores.
Pon señales de vida en todas las habitaciones. Dispón flores en la ventana para que alguien que cruce pueda decir: Esta es una casa viva. Esta casa es un hogar.
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